martes, 28 de julio de 2009

Con la música a otra parte (2D)

Alguna vez conté como el rock fue abriendo los surcos en mí alma, donde luego se depositaría la semilla del amor a la música en general.
Después de escuchar furtivamente las “cosas raras” que tenía mi hermano en su discoteca, comencé a sentir la necesidad de tener “mis cosas raras”. Y así comenzó la presión hacia mis padres que eran por entonces la única fuente económica a la cual podía recurrir.
Los discos no abundaban en casa, por lo que hacer algunas incorporaciones no parecía una cosa descabellada. Fue entonces que sucumbí ante la tentación proveniente de la publicidad masiva.
Allá por 1976 salió a la venta un Long Play de vinilo doble de “Flecha Juventud”. Creo que había un programa de radio que auspiciaba esa marca de zapatillas como elemento promocional y que conducía Badía (pero era en una radio de Buenos Aires). También de esa época son los “Música en Libertad”, “Alta Tensión”, “Sótano Beat” y el místico “Modart en la noche”.
La publicidad me tentó y a partir de allí fui haciendo presión hasta conseguir que me compraran el disco como premio a “la libreta” del 7mo. grado que había salido bastante bien.
Ese fue mi primer disco. Propio, elegido por mí y a mi total disposición.
Ese disco traía algunos temas interesantes entre una maraña de música que si bien no eran de mi total agrado, tampoco podía decir que eran descartables. Pero había un grupo de canciones en la primera parte del Disco 1 que me cautivaron y que fueron un indicador de lo que sería el perfil de mi gusto musical durante muchos años.


El disco empezaba con “Deja que conozca el mundo de hoy” de Litto Nebbia que enganchaba con “La princesa dorada” de Ramses VII (Tanguito). A esas dos hermosas canciones le seguía “Plegaria para un niño dormido” de Almendra, una balada que siempre me llenó de emoción. La cosa se ponía un poco más densa con “Exento de dios” de Crucis y “Mi Gabriel” de Ricardo Soulé. Y esa pequeña suite, que era mi preferida, se cerraba con “Le daré su mano a dios” de Alma y Vida.
Después seguían una serie de canciones en inglés y allí empecé a notar que prefería escuchar música que además “me dijera algo”. No creo que a los 12 años pudiera discernir en profundidad lo bueno de lo malo, pero si empezaba a notar lo que me gustaba de lo que no.
Pero sin duda el paso trascendente hacia el rock lo di al año siguiente, en 1977 cuando estaba cursando el primer año de la secundaria en el Liceo Agrícola. Era una situación típica y muy común de ver a distintos adolescentes intercambiando discos. Era muy raro que tanto en la hora de entrada como en la de salida no se vieran chicos con discos entre sus carpetas y libros. Y el tamaño hacía que se vieran.
Un día, una compañera le estaba devolviendo un disco a otra y yo como buen curioso, me metí en la conversación preguntando de qué disco se trataba. Era el disco 1 de “Adiós Sui Generis”.
Era el Génesis de una historia de amor (por la música).

2 comentarios:

  1. La música es la amante más insistente que yo he conocido...mientras más la conoces, más te invade y llega a ser parte tuya. Y aunque intentes abandonarla, encuentra la forma de no dejarte nunca.

    ResponderEliminar
  2. Es muy cierto !
    Veo que somos dos "invadidos" por la música.
    Gracias por tu comentario.

    ResponderEliminar