sábado, 8 de agosto de 2009

No hay lerdo p´al fuego (1D)

Seguro que las Buenas Prácticas sobre seguridad deben decir otra cosa. Seguro que lo último que debe aconsejar es salir corriendo, pero puedo asegurar que fue la estrategia común para todos. Y salimos corriendo, nomás.
El tema es que aunque nosotros no estuviéramos ahí, que no lo viéramos y que pusiéramos la cara más angelical ante nuestros padres, las llamas seguían consumiendo la enramada y seguían creciendo raudamente.
Cuando mi mamá me vio entrar tan rápido y sentarme junto a ellos a mirar televisión sin pasos previos, sospechó que algo pasaba. No era la forma común en que se producía mi regreso a casa.

- Pasó algo ? me preguntó adivinando en mi actitud la ocurrencia de algún tema importante.
- No. La poca imaginación de mi respuesta no hacía más que confirmar las sospechas.
- De donde venís ? profundizaba la averiguación materna.
- De jugar con los chicos. Nada definía la situación.

Mientras, las llamas seguían creciendo allá afuera. Tanto que comenzaron a verse sobre los techos de las casa vecinas.
Yo fui el primero en verlas y no sabía como hacer para que la cosa pasara desapercibida.
En un momento se escucharon algunas voces alteradas en la calle y los fulgores de la fogata empezaron a relumbrar en las cortinas de la cocina de casa.

- Mirá mami ! fue la expresión de sorpresa de mi papá señalando hacia la hoguera.
- Uy ! dije yo tratando de demostrar una sorpresa que era imposible de dramatizar.

El tema es que salieron a ver de qué se trataba y se encontraron con algunos vecinos que ya habían empezado a correr para tratar de apagar el fuego.
Como la pasada al baldío estaba liberada por los trabajos de nivelación del terreno colindante a mi casa, todos pasaban por ahí.
Mi casa tenía una canilla en el pasillo abierto que comunicaba la calle con el patio, pegada a la puerta de calle. Eso hacía que se convirtiera rápidamente en la fuente de agua más cercana para empezar a tirar sobre el fuego.
El operativo fue rápido y exitoso. Las ramas hicieron mucha llama, pero tenían un soporte muy tenue, lo que hizo que duraran poco. Así, con algunos baldazos de agua, se pudo controlar todo velozmente.
Y todo iba bien porque la necesidad de apagar urgente el fuego había corrido a segundo plano la averiguación de cual había sido el origen de aquel pequeño incendio.
Pero como era lógico, una vez apagadas las llamas, las preguntas empezaron a apuntar hacia el principio del fuego y las miradas de inmediato se posaron sobre nosotros.
Después de un par de acusaciones cruzadas y de tratar de responsabilizar a los más grandes, los padres en un movimiento común casi mecánico, nos culparon a todos y cada uno, a su manera, comenzó con la reprimenda.
Yo no sufrí castigo físico, pero recuerdo haber estado un tiempo que se me representa interminable sin poder salir a la calle a jugar. Calle que tampoco representaba una atracción demasiado fuerte, ya que todos estábamos en la misma situación.
Después de pasada la penitencia, volvimos a juntarnos, a retomar nuestros juegos y a reírnos tardes enteras recordando todo el movimiento vecinal de ese día.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Más baldío por acá ...! (1D)

Pero no solo de futbol se hacen los baldíos. Como dije antes, eran varias las actividades que podíamos desarrollar allí, en un espacio donde pocas cosas no eran permitidas. Incluso las prohibidas.
Justo detrás de la medianera de mi casa, que colindaba con el baldío, había una higuera de importantes dimensiones. Descuidada, casi salvaje, tenía una frondosidad vegetativa envidiable. Además su producción de higos y brevas era una de nuestras riquezas.
Debajo de esa higuera, teníamos un escondite dentro de otro. Y ese lugar fue, por ejemplo, el rincón donde probamos el primer cigarrillo varios de nosotros. Así en ronda, una pitada cada uno, tosiendo y riendo.
También en el baldío jugábamos a “Combate” o personificábamos algunas de las series televisivas del momento. Así mismo, se constituía durante las épocas navideñas en lugar de lanzamiento de la peor pirotecnia a la que podíamos acceder con poca plata y pocos años. Pero juro que vi volar tarros cilíndricos de leche en polvo a alturas impresionantes y los vi volver con sus costuras y fondo desfigurados por la potencia de la explosión.
Justamente haciendo “guerritas” de distinto tipo, fue que sucedió uno de los hechos más jodidos, producto de nuestras travesuras.
Mi papá había hecho una “poda violenta” a un olivo que había dentro de mi casa y como era lógico, las ramas fueron a parar al baldío. Así se juntaron una buena cantidad de ramas, frondosas de hojas de dos tipos de verdes y brillantes gracias a su carga resinosa.
El material se presentaba ideal para el armado de un “fuerte” y la cuestión bélica pasó a enfrentar a indios contra vaqueros.
Comenzó la construcción y ayudados por algunos palos que habían sido en alguna oportunidad arcos de futbol, hicimos un intento de estructura simple y fuimos forrando las paredes con las ramas de olivo. Puedo asegurar que quedó una construcción excelente.
Así comenzaron los juegos, el reparto de bandos, la procura de las “armas”, muchas de las cuales tuvimos que fabricar para la ocasión. No esperábamos contar con todos los elementos para jugar. Muchos debíamos fabricarlos, inventarlos o adaptarlos. Era parte del juego y de la diversión.
Los “indios” hicieron sus arcos y sus flechas bastante eficientes y la cosa empezó a ponerse linda, aunque siempre encerrara un grado de riesgo que no era el ideal para niños.
La cosa marchó bien hasta que a uno de los “indios” le pintó la cuestión más violenta y se le ocurrió prender fuego una de las flechas. Confieso que era emocionante la cosa y que el realismo iba ganando al juego y lo convertía en apasionante.

Como es de suponer nadie advirtió sobre lo inflamable que son las hojas de olivo.
En eso, las ramas de las paredes del fuerte, cuyas dimensiones eran generosas, comenzaron a arder. Y antes que pudiéramos arriesgar alguna acción de contención, las llamas se propagaron más de lo que esperábamos y nos empezó a invadir el miedo.
Nadie estaba en peligro y el “fuerte” estaba alejado de otras construcciones, pero las llamas comenzaron a elevarse y nuestra reacción no se hizo esperar: SALÍMOS TODOS CORRIENDO A CASA !
Hay que ver como terminó la cosa …