viernes, 28 de enero de 2011

Voy remando ...

Nuestra provincia es un ejemplo de lo que el trabajo del hombre puede generar en las condiciones más adversas. Porque el desierto no fue un impedimento para que con esfuerzo y tesón se pudiera crear un vergel en el medio de la nada.

Y el clima de Mendoza es otro de los indicadores claros de nuestra condición desértica. Escasos niveles de lluvias, que están alrededor de los 200 mm. anuales, no alcanzan para tener un nivel aceptable de vida vegetal productiva.

Pero por otra parte esos escasos milímetros suelen descolgarse todos juntos y de una vez (exagerando un poco) sobre nuestras cabezas. Y eso produce serios problemas pues nada puede estar previsto para soportar tanto caudal de agua en tan poco tiempo.

La casa de mis padres, donde nací y me crié hasta la paternidad, tenía problemas de niveles con relación a las calles y a las otras casas. Un patético pseudoprofesionalismo municipal había determinado que nuestra casa quedara en un nivel más bajo que el resto. Esto, considerando el movimiento natural del agua, generaba que fuéramos el “resumidero” del barrio.

Así, los días de tormenta tenían un valor especial en mi casa. A las medidas lógicas de precaución que todo el mundo toma, nosotros les agregábamos el montaje de todo un operativo para evitar que la casa se nos llenara de agua. A pesar de eso, algunas veces fuimos “derrotados con todo éxito”.

No importaba la hora o el día, de día o de noche, hábil o feriado, las primeras nubes amenazantes y los truenos, ponían en marcha el dispositivo de alerta casero que estaba siempre a cargo de mi papá.

Comenzaba por colocar unas precarias compuertas sobre la entrada principal de la casa y otra delante del portón. Éstas habían sido fabricadas por mi viejo, de madera y con un ingenioso burlete hecho de “gomaespuma” (poliestireno) envuelto e impermeabilizado con nylon de bolsa común.

Se dejaba libre la última puerta, ya que esta daba a un pasillo externo que conducía directamente al patio trasero. Éste estaba provisto de una salida de escape de líquidos que daba al baldío municipal que colindaba con casa y que era una bendición, ya que de otra manera no podríamos haber escurrido el agua de la lluvia.

Entonces, al comenzar la lluvia, ya estábamos todos en estado de alerta para ver como se iba desarrollando el ascenso de los niveles de agua que se acumulaban delante de nuestra casa, ya que la calle cortada donde vivíamos no tenía acequias ni medios de desagüe pluvial.

Cuando el agua que comenzaba a correr por el pasillo hacia el patio no alcanzaba para mantener los niveles debajo de las compuertas, entonces mi papá primero y nosotros (mi hermano y yo) después salíamos bajo la lluvia cubiertos por pilotos o capas de lluvia que estuvieran a mano y empezábamos con escobas a “remar” apurando el ingreso del agua a la casa colocados junto a la puerta del pasillo.

Sí, nosotros “metíamos” el agua a la casa en vez de sacarla, como sería lógico.

Esta operación seguía hasta que la tormenta paraba y los niveles dejaban de constituir un riesgo para la casa.

Esta “operación” fue uno de los “trabajos de equipo” familiar más significativos que recuerdo.

miércoles, 26 de enero de 2011

Lo más lejos posible de BOCA.

La pertenecía a una escuadra futbolística, es un hecho casi natural para un niño (especialmente varón) argentino. El furor que despierta el futbol en la gente, hace que cada hecho importante en la vida, esté ligada de una u otra forma al “recio deporte del balompié”. Entre esos hechos el nacimiento de un hijo.

Pero en mi casa, el antecedente directo de mi papá, hizo que siempre el futbol se viviera sin el apasionamiento del hincha. Esto, por supuesto, hasta que pudimos socializar y entender cómo funcionaba este tema entre nuestros amigos y compañeros.

Fue así que comenzó la búsqueda de “identidad futbolística”. Y así fue que me vi sometido a la presión y acoso de ese “bosterito” prepotente de mi hermano.

Él, por la diferencia de 7 años que nos llevamos, ya había empezado a vivir el futbol pasional y dominguero como un hecho importante más en su vida de relación social. E inexplicablemente había abrazado los colores “xeneises”, lo cual significa bastante en el contexto nacional.

Corría el año 1969 o 1970, cuando mi hermano asumió la tarea “evangelizadora” de inculcarme la pasión boquense y tratar sumar adeptos a las filas el “club de la Rivera”.

Por esos años Boca pasaba uno de sus mejores momentos futbolísticos y algún logro importante (creo que el Campeonato Nacional 1969) hizo que junto a la revista “El Gráfico” apareciera un poster del equipo completo que, como era de esperar, terminó en la pared del dormitorio que compartíamos.

Realmente era un equipo espectacular donde brillaban Marzolini, “Muñeco” Madurga, Suñé, Ángel Rojas (“Rojitas”) y los dos negrazos Meléndez y Medina. Un equipo con jugadores que quedaron en el recuerdo de miles de hinchas por décadas.

Mi hermano comenzó entonces el trabajo de adoctrinamiento y, desprovisto de toda noción psicopedagógica, me torturaba haciéndome repetir el equipo completo que estaba en el poster cada noche antes de irme a dormir. Y contra mi voluntad y rebeldía, casi entre sollozos resignados, tenía que repetir:

- Madurga, Melendez, Marzolini, Sanchez y Suñé …

Cada noche durante un buen tiempo, tenía que someterme al tormento de recordar como un verso escolar, la formación que orgullosa, altiva y triunfal, mostraba el poster de la pared de nuestro cuarto.

De más está decir que lo único que logró fue el rechazo inmediato y profundo a todo lo que tuviera que ver con la “azul y oro”.

Así, con esa sensación amarga comencé a buscar mi lugar en el “mundo futbol”.

Si bien algunas corrientes extrañas y traicioneras me llevaron a acercar mis simpatías hacia la “Academia” Racing Club, tuve la suerte histórica de encontrar en “los primos de Avellaneda” el lugar que ocuparía para siempre.

Me crucé con un Independiente de Avellaneda donde brillaban, entre otros: "Pepé" Santoro en el arco, Francisco "Pancho'" Sá, el "Chivo" Pavoni, Balbuena, José Omar Pastoriza "el Pato", y donde aparecería al poco andar la gloria que tuvo este equipo: “el Bocha” Ricardo Bochini.

Y ahí me quedé, gozando y sufriendo al lado del Rojo, bien lejos del Boca tortuoso en el que me quiso incrustar mi querido hermano.

Retomando el camino.

Durante el fin de semana pasado estuve unos días en San Salvador de Entre Ríos. Si bien el objetivo del viaje será parte de alguna entrada posterior, tuve la suerte de compartir un rato con una persona especial.
El Sr. Jorge Luis Andino, papá de una amiga, me regaló con orgullo y cariño un raconto de sus experiencias de vida. Esto me inspiró a retomar las actividades de este blog.
Por eso vamos a compartir nuevamente algunos recuerdos, algunas historias y algunas anécdotas.
Un agradecimiento grande a Don Jorge, que con su "EL DESTINO QUISO..." movilizó mi corazón.