viernes, 18 de febrero de 2011

Adentro, carrera marrr ...

25 de febrero de 1983. Muchas veces las fechas exactas son el primer dato que se pierde en un recuerdo. Generalmente lo que hacemos es relacionarlo con algún otro hecho como para poder situarlo en el tiempo.

Pero, contrariamente a eso, hay otras fechas que quedan selladas a fuego. Ese es el caso del 25 de febrero de 1983.

Ese día se produjo mi incorporación en el Servicio Militar Obligatorio. Demás está decir que no lo recuerdo con cariño.

Si bien ya había recorrido el calvario de Sorteo (hay un comentario sobre esto en otra Entrada)-Revisación Médica-Citación Oficial, uno siempre espera que estos momentos no lleguen. Y como es de suponer, llegan.

Sabía que ese día empezaba una etapa nueva de mi vida que quedaría para siempre en mi recuerdo. Y creo que me quedé corto en la apreciación.

A las 07:00 de la mañana de ese veraniego día de 1983, me presenté en la Base del 8vo. Comando del Ejército que funciona en calle Bologne sur Mer. Me fui liviano de equipaje porque sabía que el viaje era largo. Apenas con unas viejas zapatillas Pony que tenían kilómetros y kilómetros de básquet bajo sus suelas, un jean (vaquero ?) descolorido y de botamangas de incipiente desflecado, y una remera amarilla de algodón, fui en busca de esa mala jugada del destino con la ilusión de que cuanto más pronto comenzara, más pronto terminaría.

Todos los sectores de playón estaban llenos de muchachos esperando el destino que les tocaba en suerte. Yo vi pasar cientos antes que a las 11:30 / 12:00 sonara mi nombre en clave militar y me señalaran la movilidad que me llevaría al REGIMIENTO DE INFANTERÍA DE MONTAÑA 11, GENERAL LAS HERAS, en Tupungato.

Poco sabía de la localización de Tupungato, mucho menos del Regimiento que sería mi hogar por los próximo, durísimos y “pesadillescos” días.

Un viejo micro de la Empresa Bartolomé Mitre nos cargó y enfiló para el Acceso Sur. Una vez que hizo la curva del cóndor, presté atención a un cartel que nunca había visto. Era el cartel verde indicador de la ruta que decía: “TUPUNGATO (por Zapata) 70 km.”. Supe así cuán lejos iba a estar de casa.

No tengo noción del tiempo que demoró el micro ya que se mezclaban las ganas de que el incómodo viaje terminara y el no querer llegar a un destino desdichado.

Pusimos pie en tierra en al RIM 11 y en segundos comenzamos a vivir “bajo régimen” y a escuchar gritos de voces marciales que reventaban insultos, amenazas e irónicas maldiciones en nuestros oídos. De a poco empezaba el proceso de degradación y despersonalización que busca la sumisión y la obediencia a costa de las peores patrañas.

Aquel 25 de febrero del hermoso verano mendocino de 1983, comenzaba a teñirse de gris y a marcar el comienzo de una de las peores etapas de mi vida y la que guarda, a pesar de algunos buenos recuerdos y queridos amigos, miles de tristes evocaciones.

Fiera la COLIMBA, eh …