martes, 11 de agosto de 2009

Benvenido ! ... qué Adiós ? (2D)

Como comenté anteriormente, “Adiós Sui Generis” llegó a mis manos por casualidad. Esas casualidades típicas del colegio, donde interactuábamos un montón de pibes con gustos, actividades e intereses similares.


El asunto es que ese día no fue igual al resto. Llegué a casa con mi carpeta colegial cumpliendo funciones de contenedor de aquel disco Long Play, de vinilo, con su tapa ya gastada de tanto andar de mano en mano; donde se alcanzaba a ver a los músicos en vivo con raros atuendos.
Como en esos años hacía mi Primer Año en la secundaria en el turno tarde, apenas llegué y saludé a mis viejos, me fui derecho a mi pieza donde ya había conseguido instalar el tocadiscos. Saqué el LP, le pasé un algodón con unas gotas de alcohol para limpiarlo y mejorar en lo posible la reproducción; y me dediqué a escuchar la música de ese grupo que, si bien nuevo para mí, ya no existía, era parte de la historia.
El mensaje era de adolescentes para adolescentes, pero con una altura poética, musical y emocional a la cual no estaba acostumbrado. Y como era de esperar fui sacudido por un shock que abrió mi cabeza para siempre a la música.
Durante ese día y algunos más (hasta que llegó la hora de devolver el disco), los temas de Sui Generis sonaron una y mil veces en mi casa. Aprendí las letras, las canté hasta enronquecer y sentí la alegría y la pasión que trasmite el rock.
Fácil es de suponer que en algún momento mi viejo, cansado de escuchar la repetición interminable de los mismos temas, hizo alguna observación peyorativa sobre lo que escuchaba.

- Dentro de un año, nadie se va a acordar de eso.

El comentario tendía a minimizar el valor de la música que yo escuchaba, comparado al de las grandes obras clásicas a las cuales él no escuchaba, pero que le servían de referencia comparativa.

- No es música clásica, pero van a ser clásicos, acordate.

Mi respuesta no tenía demasiado valor, aunque el tiempo confirmara mi presunción. Solo era una maniobra para respaldar mi elección.
Mil veces volví a cantar esas canciones. Viajes, fogones, juntadas y guitarreadas eran escenario ineludible para ellas. “Cantá una que sepamos todos !” una aclamación clásica que preanunciaba los acordes de “Canción para mi muerte”, “Aprendizaje”, “Confesiones de invierno” o “Cuando ya me empiece a quedar solo”.
Varios años después, tuve la alegría de ver a mi hija y sus primas ya adolescentes, cantar las mismas canciones y pedir las mismas tablaturas para tocarlas en la guitarra. Y cada vez que eso pasó aproveché la oportunidad para hacerle ver a mi viejo que él estaba en un error. Las mismas canciones empezaban a transitar el camino de los clásicos: la transmisión generacional.
Sui Generis fue la apertura de una senda hacia el Rock Nacional que marcó mi preferencia musical hasta hoy.
Después comenzaron a llegar algunos discos de Almendra, de Charly García y la Máquina de Hacer Pájaros, de Invisible, de Aquelarre, etc. que empezaron a delinear con mayor exactitud a que me refiero cuando hablo de Rock Nacional.
Y cada uno de ellos tiene alguna anécdota para compartir.