martes, 14 de julio de 2009

A solo un menisco del viaje (2D)

Hoy mi mujer está en Paraná participando de un evento deportivo. Y un viaje de esas características es una experiencia inolvidable, sobre todo para aquellos que no tuvimos una vida deportiva muy larga ni exitosa. Además, en la década
del ´70 esa no era una práctica muy común.
Jugando al básquet para el club General San Martín fui ganando amigos, algunas virtudes para los deportes de equipo y un entorno sano para mi crecimiento.
Corría 1977 y estaba jugando en la categoría Cadetes Menores (categoría que ya no existe) cuando después de un partido que no recuerdo con exactitud cual fue, nuestro entrenador (EC), nos dio la noticia: había llegado una invitación de un Club de Santa Fe para hacer un intercambio deportivo.
La algarabía fue general, no lo podíamos creer y todos empezamos a saltar de alegría. Nunca pensamos que existía esa posibilidad y el solo hecho de imaginarlo, ya nos ponía como locos.
Así comenzaron las definiciones, las noticias más precisas: se trataba del Club Atlético San Jorge, que estaba en una ciudad chiquita del centro-este de la Provincia de Santa Fe y que tenían una infraestructura grande y muy ordenada. También nos enteramos que estaban haciendo un muy buen campeonato ese año y que de ir, lo haríamos tres categorías: Minibasquet, Cadetes Menores y Cadetas (mujeres).
En cada entrenamiento, en cada partido y en cada reunión extradeportiva, el tema excluyente era el viaje.
En ese contexto alegre, un nubarrón intentó aguarme la fiesta. Estábamos jugando un sábado en la tarde en la cancha del Club contra Godoy Cruz, cuando salí corriendo en contragolpe después de una buena defensa por parte de mi equipo. Apenas hice los primeros pasos, sentí una puntada rara en la rodilla derecha.
Si bien no le hice mucho caso y seguí jugando, el dolor comenzaba a ser más y más fuerte. Así llegamos a los últimos minutos del partido y cómo íbamos ganando, el DT decidió sacarme y mandarme a descansar.
Ahí empezó lo peor. Al empezar a enfriarse la pierna, el dolor se fue acrecentando y la rodilla a inmovilizárseme.
Es fácil entender que a medida que la rodilla se endurecía, mi desesperación iba en aumento proporcionalmente. No podía creer que eso me estuviera pasando a mí, justo antes del viaje a San Jorge.
Pude llegar a casa y me tuve que meter en cama porque la rodilla me dolía en cualquier posición que la pusiera. Y en la cama la situación no era mucho mejor.
La preocupación de mis viejos se tradujo en la llamada urgente al servicio médico que nos correspondía por nuestra Obra Social, para que mandara un médico a diagnosticar lo que pasaba en mi rodilla.
Pasaron un par de horas hasta que llegara el médico y el dolor y la tristeza me iban invadiendo y desesperando.
El doctor que llegó para revisarme era un tipo grandote, morochón, con pelo rizado entrecano, con cara de muy pocos amigos. Le contamos que era lo que había pasado durante el partido y como me sentía en ese momento.
La revisión fue leve y el diagnóstico definitivo: rotura de meniscos. El tratamiento lógico: OPERACIÓN. Yo rompí inmediatamente en llanto y no escuché que también solicitó una radiografía.
Ya nada importaba, me tenía que despedir del viaje a San Jorge … (continúa).

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