martes, 16 de junio de 2009

A cortar redes, chiquilín ! (1D)

La semana pasada tuve la suerte de presenciar como mi viejo Club de básquet volvía a salir campeón. San Martín le ganó la final a Atenas en una serie muy interesante.
Mientras veía a los jugadores festejar, volvía a sentir sobre la piel los colores de esa camiseta que fue la única que usé durante mi corta, pero intensa carrera deportiva activa.
Tuve la suerte de poder practicar un deporte. Y el destino me premió eligiendo el basquetbol para mí.


Debo agradecer a dos personas que lo hicieron técnicamente posible: por un lado a mi papá que autorizó la idea y además la financió. Y por otro lado a mi hermano que fue quien alimentó la idea, convenció a los viejos e hizo los contactos para que pudiera la cosa llegara a buen término.
El tenía un compañero en el Liceo (NS) que era jugador de Primera en el Club San Martín por aquellos años. A él le pidió que hablara con el Profe de Minibasquet para que me aceptara en el grupo.
Todo salió bien y allá por el 1975 me incorporé a los entrenamientos del Minibasquet de San Martín a las órdenes del Profe Fernández, un histórico entrenador de divisiones inferiores del Club.
Me acuerdo que fui a entrenar vestido con el mismo concepto escolar: impecable ropa blanca. Remera de algodón, pantalón corto, medias y zapatillas, blancos todos, ya que conformaban el uniforme de Educación Física escolar. Por entonces era condición sine qua non esa vestimenta y además era la única ropa de uso deportivo que tenía.
Las zapatillas eran unas eternas Flecha bajas blancas de lona, tipo de zapatilla que ya me venía acompañando desde hacía unos años para Gimnasia.
Pero al comenzar a exigirlas un poco en cuanto al uso de su suela (correr, frenar, cambiar de dirección), demostraron rápidamente que no era el calzado ideal.
Es fácil imaginar que fue todo un trámite hacerle entender a mis viejos que las zapatillas no me estaban dando el servicio necesario para comenzar a hacer un deporte un poco más en serio. Pero al final pudieron entender que la actividad requería una mejor calidad.
Así fuimos al centro con mi mamá y comenzó una investigación por las casas de deporte, ya que ninguno de los dos tenía experiencia en ese tipo de compra, y la publicidad no era tan agresiva y completa como lo es hoy.
Llegamos hasta Casa Bermúdez, una casa de deportes tradicional de Mendoza, propiedad de Don Paco Bermúdez, quien fuera uno de los maestros de boxeo que formara la “escuela mendocina” del box, entrenando a figuras de la talla de Nicolino Locche, Hugo Pastor Corro, “Cirujano” Ortiz y “Aconcagua” Ahumada entre otros.
Fue en Casa Bermúdez donde me calcé por primera vez unas zapatillas de básquet “en serio”. Eran unas botas Adidas de cuero blancas con las clásicas tres tiras negras. No eran livianas y el pase de las zapatilla baja a la alta no le fue sencillo a mis tobillos.
Pero fue muy lindo volver a casa con la caja grande donde venían las zapatillas que durante un par de años fueron mis fieles compañeras transitando muchas canchas, dobles, alegrías y emociones.
El deporte fue, sin dudas, una enorme usina de buenos momentos para mí.

1 comentario:

  1. Alejandro Varettoni22 de junio de 2009, 22:04

    No puedo, obviamente, de dejar de sentirme identificado con esta este hermoso recuerdo. Si a esto le agregamos el hecho de que unos 13 años después de este acontecimiento, yo debutaba en minibasquet en el mismo "glorioso" club, esta vez bajo las órdenes del autor de este blog (osea "el negro") y que tuve la oportunidad de transitar por una anecdota absolutamente comparable, cuando una tarde y sin que nada ni nadie lo hiciera suponer, mi viejo me vino a buscar al cole (algo bastante poco frecuente) y fuimos juntos a otra casa tradicional del deporte Medocino (Maxi) para comprar mis primeras zapatillas en serio de basquet, unas Pony de cuero altas, blancas y con la V en rojo. Creo que nunca me sentí tan feliz en una cancha de basquet como aquel sábado a la tarde cuando las pude estrenar en un partido contra Murialdo (en la cancha de ellos). Lo increible es que tu blog haya servido para rescatar estos recuerdos de nuestra memoria y compartirlos acá. Que lo parió (dijo Mendieta).

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