miércoles, 26 de enero de 2011

Lo más lejos posible de BOCA.

La pertenecía a una escuadra futbolística, es un hecho casi natural para un niño (especialmente varón) argentino. El furor que despierta el futbol en la gente, hace que cada hecho importante en la vida, esté ligada de una u otra forma al “recio deporte del balompié”. Entre esos hechos el nacimiento de un hijo.

Pero en mi casa, el antecedente directo de mi papá, hizo que siempre el futbol se viviera sin el apasionamiento del hincha. Esto, por supuesto, hasta que pudimos socializar y entender cómo funcionaba este tema entre nuestros amigos y compañeros.

Fue así que comenzó la búsqueda de “identidad futbolística”. Y así fue que me vi sometido a la presión y acoso de ese “bosterito” prepotente de mi hermano.

Él, por la diferencia de 7 años que nos llevamos, ya había empezado a vivir el futbol pasional y dominguero como un hecho importante más en su vida de relación social. E inexplicablemente había abrazado los colores “xeneises”, lo cual significa bastante en el contexto nacional.

Corría el año 1969 o 1970, cuando mi hermano asumió la tarea “evangelizadora” de inculcarme la pasión boquense y tratar sumar adeptos a las filas el “club de la Rivera”.

Por esos años Boca pasaba uno de sus mejores momentos futbolísticos y algún logro importante (creo que el Campeonato Nacional 1969) hizo que junto a la revista “El Gráfico” apareciera un poster del equipo completo que, como era de esperar, terminó en la pared del dormitorio que compartíamos.

Realmente era un equipo espectacular donde brillaban Marzolini, “Muñeco” Madurga, Suñé, Ángel Rojas (“Rojitas”) y los dos negrazos Meléndez y Medina. Un equipo con jugadores que quedaron en el recuerdo de miles de hinchas por décadas.

Mi hermano comenzó entonces el trabajo de adoctrinamiento y, desprovisto de toda noción psicopedagógica, me torturaba haciéndome repetir el equipo completo que estaba en el poster cada noche antes de irme a dormir. Y contra mi voluntad y rebeldía, casi entre sollozos resignados, tenía que repetir:

- Madurga, Melendez, Marzolini, Sanchez y Suñé …

Cada noche durante un buen tiempo, tenía que someterme al tormento de recordar como un verso escolar, la formación que orgullosa, altiva y triunfal, mostraba el poster de la pared de nuestro cuarto.

De más está decir que lo único que logró fue el rechazo inmediato y profundo a todo lo que tuviera que ver con la “azul y oro”.

Así, con esa sensación amarga comencé a buscar mi lugar en el “mundo futbol”.

Si bien algunas corrientes extrañas y traicioneras me llevaron a acercar mis simpatías hacia la “Academia” Racing Club, tuve la suerte histórica de encontrar en “los primos de Avellaneda” el lugar que ocuparía para siempre.

Me crucé con un Independiente de Avellaneda donde brillaban, entre otros: "Pepé" Santoro en el arco, Francisco "Pancho'" Sá, el "Chivo" Pavoni, Balbuena, José Omar Pastoriza "el Pato", y donde aparecería al poco andar la gloria que tuvo este equipo: “el Bocha” Ricardo Bochini.

Y ahí me quedé, gozando y sufriendo al lado del Rojo, bien lejos del Boca tortuoso en el que me quiso incrustar mi querido hermano.

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